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China en Cuba

  • Writer: Rick de la Torre
    Rick de la Torre
  • Dec 7, 2024
  • 3 min read

Las operaciones de inteligencia de China en Cuba representan una provocación calculada, un desafío a la soberanía de Estados Unidos lanzado a tan solo 90 millas de la costa de Florida. Los hallazgos recientes de CSIS confirman que Pekín no se contenta con dominar el Mar de China Meridional o interferir en la infraestructura africana; ahora está instalándose en nuestro propio patio trasero. El nuevo rol de Cuba como cómplice dispuesto no debería sorprendernos. Un régimen en decadencia, desesperado por dinero y legitimidad, es el socio perfecto para una superpotencia en ascenso que busca explotar vulnerabilidades.


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La ubicación estratégica de Cuba le da a China acceso directo para interceptar comunicaciones de instalaciones militares clave de Estados Unidos, incluyendo CENTCOM, SOCOM y SOUTHCOM. Es un matrimonio hecho en el infierno geopolítico: una dictadura represiva vendiendo acceso a un gigante autoritario. Bejucal, con su larga historia de inteligencia de señales, probablemente esté ahora lleno de operativos chinos recopilando datos sobre movimientos de tropas estadounidenses y comunicaciones económicas. ¿Y el costo para Pekín? Prácticamente calderilla.


Esa es la verdadera ironía: las exportaciones de China a Cuba en 2022 totalizaron solo $404 millones, una suma irrisoria comparada con los $9 mil millones que Estados Unidos ha gastado en asistencia militar y de seguridad en América Latina durante la última década. El régimen cubano debe a Pekín unos $4.6 mil millones en deudas por proyectos fallidos bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Uno casi podría imaginar un escenario contrafactual: que Estados Unidos corte un cheque para cubrir sus pérdidas y les diga que se vayan. Por supuesto, Pekín no aceptaría; no se trata de dinero. Se trata de control, influencia y de hacer que Estados Unidos parezca débil en su propio hemisferio.


Cuba, por su parte, sigue desempeñando el papel de cómplice dispuesto. Bajo Díaz-Canel, el régimen encarcela a disidentes, golpea a presos políticos y culpa de sus fracasos al embargo estadounidense, todo mientras se acerca a China y Rusia. Este es un régimen que deja morir de hambre a su pueblo pero recibe con los brazos abiertos a Huawei. El gobierno cubano ha presumido recientemente de sus vínculos más estrechos con Pekín como contrapeso a la presión de Estados Unidos, una declaración que solo subraya lo profundo de la podredumbre. La muerte del prisionero político Manuel Guillén Esplugas es solo uno de muchos recordatorios sombríos del costo humano del control autoritario de La Habana.


Estados Unidos no puede seguir tolerando que América Latina acepte ayuda estadounidense mientras países como Brasil, Colombia y México corren hacia las promesas de inversión e infraestructura de China. Los días de aceptar ayuda estadounidense mientras se le otorga a Pekín carta blanca deben terminar. Si estos gobiernos formalizan pasos para reemplazar la cooperación con Estados Unidos por la influencia de China, Washington debe responder con firmeza. Reducir la asistencia económica, recalibrar las asociaciones de seguridad o imponer consecuencias específicas deben ser opciones viables. Al mismo tiempo, Estados Unidos debe ofrecer alternativas viables que apelen a intereses económicos compartidos y demuestren que alinearse con China tiene un costo significativo.


No nos engañemos: este no es un juego que Estados Unidos pueda permitirse perder. Las inversiones de Pekín en Cuba pueden ser insignificantes, pero su impacto no lo es. Por una fracción de lo que gasta Estados Unidos en contrarrestar la influencia china, Pekín obtiene una base de espionaje en nuestro patio trasero y un relato que pinta a Estados Unidos como débil y distraído. Mientras tanto, nosotros gastamos diez veces más para contrarrestar sus movimientos, mientras ellos se ríen desde el otro lado del Pacífico.


La solución no es gastar más que China en cada rincón del mundo. Es superarlos estratégicamente. Fortalecer la contrainteligencia, redoblar la encriptación y garantizar la seguridad de las comunicaciones sensibles son pasos esenciales. Pero también debemos ser realistas sobre Cuba. Es un régimen fallido sostenido por Pekín y Moscú, y Estados Unidos debe tratarlo como tal. Las sanciones, el aislamiento diplomático y las consecuencias específicas por su complicidad en socavar la seguridad de Estados Unidos deben ser innegociables.


Por último, Estados Unidos debe reevaluar su enfoque hacia América Latina. En lugar de extenderse con esfuerzos tibios, debe enfocarse en países dispuestos a alinearse con los valores democráticos. Si los líderes de izquierda quieren correr hacia el abrazo de Pekín, que lo hagan, pero asegurémonos de que entiendan el costo. Para aquellos que aún están indecisos, Estados Unidos debe proporcionar incentivos significativos que se alineen con sus intereses económicos y de seguridad.


Las operaciones de inteligencia de China en Cuba son una llamada de atención. Esto no se trata solo de La Habana; se trata de Pekín poniendo a prueba nuestra determinación. La pregunta es si estaremos a la altura del desafío o seguiremos jugando a la defensiva mientras las potencias autoritarias se acercan. Una cosa es segura: los riesgos no podrían ser más altos.


 
 
 

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